03 de febrer 2006

YO SOY PETER

Era un barsucho de mala muerte, en uno de los barrios más turbios de la ciudad..El ambiente sórdido parecía extraído de una novela policial de la serie negra.
Un pianista borracho y ojeroso golpeaba un blues aburrido, en un rincón que apenas se divisaba entre la poca luz y el humo de cigarrillos apestosos.
De repente, la puerta se abrió de una patada. El pianista cesó de tocar y todas las miradas se dirigieron a la puerta.
Era una especie de gigante lleno de músculos que se escapaban de su remera, con tatuajes en sus brazos de herrero.
Una terrible cicatriz en la mejilla le daba aun más fiereza a su cara de expresión terrible.
Con una voz que helaba la sangre, gritó:
—¿Quién es Peter?
Un silencio denso y terrorífico se instaló en el bar. El gigante avanzó dos pasos y agarró una silla y la arrojó contra un espejo.
—¿Quién es Peter? –volvió a preguntar.
De una mesa lateral, un pequeño hombrecito de anteojos corrió su silla, sin hacer ruido caminó hacia el gigantón; con voz casi inaudible, susurró:
—Yo... yo soy Peter.
—Ah, tú eres Peter, yo soy Jack, ¡hijo de puta!
Con una sola mano lo levantó en el aire y lo arrojó contra un espejo. Lo levantó y le pegó dos cachetadas que parecía que le arrancarían la cabeza. Después le aplastó los anteojos. Le destrozó la ropa y por último, lo tiró al piso y le saltó sobre el estómago.
Un pequeño hilo de sangre empezó a brotar de la comisura de la boca del hombrecito, que quedó tirado en el piso semiinconsciente.
El gigantón se acercó a la puerta de salida y antes de irse, dijo:
—¡Nadie se burla de mí, nadie! –y se fue.
Apenas la puerta se cerró, dos o tres hombres se acercaron levantar a la víctima de la golpiza. Lo sentaron y le
acercaron un whisky.
El hombrecito se limpió la sangre de la boca y empezó a reírse. Primero suavemente y después, a carcajadas.
La gente lo miró sorprendida..¿Los golpes lo habían dejado loco?
—Ustedes no entienden –dijo, y siguió riéndose— yo sí me burlé de ese idiota...
Los otros no podían evitar la curiosidad y lo llenaron de preguntas:
¿Cuándo?
¿Cómo?
¿Con una mina?
¿Por guita?
¿Qué le hiciste?
¿Lo mandaste preso?
El hombrecito siguió riendo.
—No, no. ¡Yo me burlé de ese estúpido ahora, delante de todos. Porque yo... ja, ja, ja... yo...
...¡Yo no soy Peter!
No hi ha manera més fàcil de mentir a algú que dir-li exactament el què vol sentir.